Hace un calor insoportable. Supongo que mi cuerpo, inconscientemente, sigue adaptado al frío del Norte. Es imposible dar dos pasos sin morir deshidratado. Pero las dos actas que me he encontrado esta mañana en la facultad me alegran el día.
He quedado con N a las 19:00. La siguiente escena transcurre en otro punto de la ciudad. Una chica me enseña sus dibujos y se ve que toca un poco todos los palos. Tiene una Moleskine negra como la mía, aunque algo más grande. En la habitación de al lado, alguien toca la guitarra. Bossanova. O algo parecido. Miro los dibujos con gran atención, encendiendo un cigarrillo detrás de otro. Hay un dibujo hecho a tinta que me recuerda a un disco de Sonic Youth. Por un instante me distraigo con la pintura de las paredes y de repente me doy cuenta de que ya no suena el hombre de la guitarra. En su lugar han puesto un disco de los Pixies. Me pregunto cómo habría sido la vida de Black Francis si no hubiera sido feo y gordo. Luego pienso que es mejor ser feo y gordo que morir volándote la cabeza con un rifle.
A los 10 minutos salgo a la calle. Atando cabos me percato de que en el bar me he largado sin pagar. Saco el iPod de mi bolsa y pulso el "play". Ya no le temo a los rayos. Son las 21:00 y aún tengo que llevar las gafas puestas. Me siento en medio del paseo y veo la gente pasar. Los ojos de la piedad son azules. Una mujer joven pasa delante mía. Me recuerda muchísimo a Agathe. No me jodas, J, vete a tu casa. Estoy solo y me duelen las muelas, pero han dejado en la nevera una jarra de gazpacho recién hecho. Todo va.
("Paréntesis" - J.)
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