Escribía Jesús Llorente en el primer capítulo de su libro sobre Los Planetas, acerca de un corazón que hacía drum'n'bass dentro del pecho. De que le daba igual morir, que lo matasen, morir matando. "Las emociones que normalmente sentimos a plazos ahora se dan a tocateja y al contado". A mí me pasó lo mismo aquel lunes por la mañana volviendo de Madrid. Veníamos de tocar en la Sala Clamores, un domingo por la noche, ante un público que no superaba las 30 personas. Es lo que me deja picueto de casi todos los conciertos benéficos. 

"N" y yo entrábamos a trabajar por la mañana y la A-4 se hacía más larga que un día sin pan. "A" dormía en el asiento de atrás, como si hiciera días que no cerraba los ojos. "Mi cabeza es como una de esas bolas plateadas que dan vueltas y vueltas en el techo de las discotecas démodées". 

[Nochecitas de desenfreno, mañanitas de ibuprofeno]

Siempre recordaré esa mañana a "R" tarareando "Noches Reversibles" a medida que sonaba en el iPhone, enchufado a la radio del coche de la forma más prehistórica y rudimentaria posible. Poco a poco, todos empezamos a unirnos al ritual, como si quisiéramos sentarnos en el bus de "Almost Famous" justo al lado de Billy Crudup y dejarnos los pulmones y la vida por devoción hacia Elton John.

Esa imagen sigue grabada en mi retina. Y "A" en ella, todavía sigue durmiendo.

[Creo que voy a empezar a romperme...]

(#65Días - J.)

P:  Si te digo la verdad, en parte me lo esperaba.
J:  ¿Y eso?
P:  Llevas unos días que estás muy raro, pareces una persona normal.
J:  Si tú lo dices...
P:  ¿Y cómo dices que se llama?
J:  Se llama "A".
P:  ¿De dónde se supone que ha salido?
J:  Es veterinaria, como yo.
P:  ¿Es lesbiana?
J:  Creo que no.
P:  ¿Y está loca?
J:  A mí, por ahora, no me lo parece.
P:  Entonces ten cuidado y no vayas a cagarla.

(Conversaciones entre hermanos - J.)

Necesito llorar y no me salen lágrimas.

Lo más que hacen mis ojos es sudar.

Un sudor de esfuerzo por llorar...

No, no por mucho desear

se van a cumplir tus sueños,

te lo puedo asegurar,

ya que mi único deseo

era estar contigo y, no,

nunca se ha cumplido esto.

Y lo he deseado tanto

que ha perdido su sentido.

Y tu forma de mirarme

ha cambiado y se ha perdido.

Y ahora mi único deseo es

que alguien te haga el mismo daño

que el que tu haces sin darte cuenta.

Quizás así descubras lo que siento yo...

["Spoiler"]

Nadie a quien amar es nadie a quien dañar.

Moriré de sed, mas por una vez,

nadie morirá a mi lado.

(500) Days of Shzk.

Aprendió una lección: que ella siempre lleva el control.

Alguien ha derramado una copa de tinto por el suelo. Sobre la mesa observo mis Wayfarer negras y un cigarrillo que acabo de liar. El camarero nos trae una ración de patatas a lo pobre. "C" me habla e intento prestar atención. No sé cómo decirle que con ese flequillo está todavía mas guapa, y seguir su conversación me empieza a costar trabajo.

Mi amigo "P" siempre dice que "el mono no se empotra porque antes de soltar liana agarra otra". No obstante, todos sabemos que en mi grupo podemos abreviar sustituyendo esa frase por una sola palabra: un nombre propio. Mientras pienso en esto intento parecer todavía atento. No conviene divagar demasiado.

"L" da un sorbo a su café en un local del centro de Liège, mientras le hablo de la tiranía del Imperio Galáctico. Me siento un poco profético, como el puto Gaius Baltar. Algunos meses más tarde nos reiríamos de esto bajo el despejado cielo de Madrid.

Vuelvo a la conversación y "C" me pregunta si creo en el destino. Yo siempre digo la verdad, incluso cuando trato de mentir, así que intento explicarle que ninguna gilipollez que no sea la más pura casualidad me llevó a conocerla aquella noche de invierno en el Underground. Los aciertos y los errores son relativos, ya lo decía Mrs. P, y si no que alguien vaya y se lo pregunte a los familiares de los pasajeros de aquel vuelo de Spanair.

Acabo de salir de un local de Almería y me siento en un banco de la calle. "Sh" está preocupada porque no puedo dejar de temblar. Tengo miedo de no poder controlar todas las variables que mueven mi vida y eso me confiere una terrible sensación de ansiedad.

Sigo temblando, aunque al mirar de nuevo vuelvo a ver las Wayfarer y el plato de patatas sobre la mesa. De repente siento lo que los psicólogos creo que llaman "insight". Mientras, el techo de la habitación se vuelve blanco, aunque iluminado por la luz de tres pequeñas velas. Vengo de dar uno de los mejores conciertos de nuestra gira y tengo la autoestima por las nubes. "I" está encima mía, follándome (a veces las causas perdidas se ganan cuando uno menos se lo espera).

"C" me sigue hablando (o escuchando, ya no soy capaz de distinguirlo) y el camarero me trae otra cerveza. "N" me llama al móvil, pero le cuelgo para no distraerme más aún. "C" y yo hablamos de la música y del oído absoluto. Me gusta su falda, pero se hace tarde y tengo que ir a casa a comer. Quedamos para ver una película esa misma noche.

Puedo parar y volver a empezar, pero ten claro que tendrás que pagar.