Suena el despertador. Consigo apagarlo. Suena de nuevo.
Consigo despertar...
Salgo de la Rue Trappé, tratando de esquivar a mis vecinos. Giro a la izquierda, hacia la rue Saint Gilles. La gente camina en mi contra. Al llegar al cruce, atravieso el Boulevard de la Souveniere y me dirijo a la Place de Saint Lambert, intentando acortar el camino atravesando Le Carré.
Llegado a mi destino penetro en un comercio. En Bélgica todo el mundo susurra al hablar. De repente, voces a más decibelios de la cuenta. Españoles. Españolas, más bien. Saludos. Un número de teléfono. Una hora: huit heures et demie. Un lugar: la place de l'Opera.
Ocho y cuarto. El recorrido es el mismo, las luces no. Llego al lugar indicado. Suena mi móvil belga (elle m'a tellephoné a ma belgique GSM). Llegarán tarde. Todos. Enciendo un Gauloise (a lo Horacio Oliveira). Un clochard se acerca y me pide una moneda (-Pouvez vous m'aider? -Je ne sais pas, je suis desolé). Mato el tiempo mirando los carteles de la puerta del edificio. Un nombre conocido: Giusseppe Verdi. Una obra conocida: Nabucco. Un lugar por descubrir: La Royal Opera de Wallonie. Un precio: 100 euros. Un precio de estudiante (le prix d'étudiant): 8 euros. Una entrada en el bolsillo interior izquierdo de mi americana.
Cervezas frías en "Le pot au lait". Frites en la Rue de la Cathedral. Gin-tonic en "Le Soleil". Suenan Queens of the Stone Age. Suenan Audioslave. Suenan Coldplay. Vuelven a sonar.
Suena de nuevo mi despertador...
0 turistas:
Publicar un comentario