Y no es que aquel día yo rompiese las ventanas (todo eso vendría de tu mano mucho después), pero sin embargo sí que llovieron cristales, en el sentido más literal de la expresión. Nada ha vuelto a ser lo mismo desde entonces, a pesar de que ya han pasado casi 6 años. Y, aun en los días de lluvia las heridas cicatrizadas todavía duelen. Al menos me queda el consuelo de que en el sur es poca agua la que cae.
("Jugando a la ruleta rusa con la Ley de Murphy" - J.)
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