Se va el avión…
Y con él se van tantísimas cosas…
Se va Córdoba. Y Almería. Se van Madrid y Alicante. Se van Bruselas, Ostende y Brujas. Se van Málaga y Gante. Y Colonia. Y Maastrich. Y también, al despegar se va con el viento todo aquello que sentí en cada una de estas ciudades. Tan solo me queda un breve epílogo. Un epílogo que hasta hoy consideraba innecesario y que llegará a convertirse en el impulso eléctrico que genere cada latido de mi corazón.
Es extraordinario observar cómo la gente cambia de opinión. Me fui de Casa porque necesitaba respirar. Después de un año fuera, me ahogaba tanto que necesitaba vacaciones de mí mismo. Y volví. Y ahora necesito vacaciones de mis vacaciones. Y sé con certeza que en diez días volveré a cansarme. Empiezo a parecerme a un funcionario público de la Administración. Es sorprendente. He cambiado mil veces de opinión estos últimos meses, salvo en un aspecto que siempre se ha mantenido intacto. Aunque no va a servirme de nada. La mente es demasiado compleja. La Mente del Monstruo, como cantaba Alfaro. (No te pongas transcendental, J. No es el momento).
Empiezan a pitarme los oídos. Me acuerdo de aquella vez en México. Al mirar por la ventana, Málaga se funde en un sinfín de luces amarillas. Me siento más ligero. Quizás sean mis recuerdos, que caen a tierra, vencidos por la Gravedad, esperando ser destruídos por esa bomba que no llegó a explotar aquel domingo. (Guadalmar sigue aún en su sitio).
Lo tengo decidido. Estas serán mis últimas vacaciones. No más Myolastán. No mas Maastrich. No quiero volver a caer en los mismos errores, aunque con ellos logre encerrar la mente entre cuatro paredes y alimentarla cuando yo quiera. Se acabaron las Treguas Químicas (ya hablamos de ello, ¿recuerdas, J.?). Sólo me quedarán las canciones. Solo NOS quedarán las canciones. Y Audrey, claro. De repente, me acuerdo de aquello que me dijo “C” una vez mientras me abrazaba en el parque hace cinco años y rezo porque sea una verdad todavía vigente.
Mis ojos se van cerrando y no consigo pensar con claridad. Me llevará algún tiempo conseguir reir como antes. Sólo espero que, cuando lo consiga, sea capaz de hacer las cosas bien.
Se va el avión… Se va el avión… Se va el……………
Y con él se van tantísimas cosas…
Se va Córdoba. Y Almería. Se van Madrid y Alicante. Se van Bruselas, Ostende y Brujas. Se van Málaga y Gante. Y Colonia. Y Maastrich. Y también, al despegar se va con el viento todo aquello que sentí en cada una de estas ciudades. Tan solo me queda un breve epílogo. Un epílogo que hasta hoy consideraba innecesario y que llegará a convertirse en el impulso eléctrico que genere cada latido de mi corazón.
Es extraordinario observar cómo la gente cambia de opinión. Me fui de Casa porque necesitaba respirar. Después de un año fuera, me ahogaba tanto que necesitaba vacaciones de mí mismo. Y volví. Y ahora necesito vacaciones de mis vacaciones. Y sé con certeza que en diez días volveré a cansarme. Empiezo a parecerme a un funcionario público de la Administración. Es sorprendente. He cambiado mil veces de opinión estos últimos meses, salvo en un aspecto que siempre se ha mantenido intacto. Aunque no va a servirme de nada. La mente es demasiado compleja. La Mente del Monstruo, como cantaba Alfaro. (No te pongas transcendental, J. No es el momento).
Empiezan a pitarme los oídos. Me acuerdo de aquella vez en México. Al mirar por la ventana, Málaga se funde en un sinfín de luces amarillas. Me siento más ligero. Quizás sean mis recuerdos, que caen a tierra, vencidos por la Gravedad, esperando ser destruídos por esa bomba que no llegó a explotar aquel domingo. (Guadalmar sigue aún en su sitio).
Lo tengo decidido. Estas serán mis últimas vacaciones. No más Myolastán. No mas Maastrich. No quiero volver a caer en los mismos errores, aunque con ellos logre encerrar la mente entre cuatro paredes y alimentarla cuando yo quiera. Se acabaron las Treguas Químicas (ya hablamos de ello, ¿recuerdas, J.?). Sólo me quedarán las canciones. Solo NOS quedarán las canciones. Y Audrey, claro. De repente, me acuerdo de aquello que me dijo “C” una vez mientras me abrazaba en el parque hace cinco años y rezo porque sea una verdad todavía vigente.
Mis ojos se van cerrando y no consigo pensar con claridad. Me llevará algún tiempo conseguir reir como antes. Sólo espero que, cuando lo consiga, sea capaz de hacer las cosas bien.
Se va el avión… Se va el avión… Se va el……………
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