Uno de los principales problemas a los que te enfrentas en tu vida Erasmus es el desconocimiento total de la psique humana. Y no esperen ustedes con esto un texto excesivamente profundo sobre la insondabilidad de la mente, sino un fenómeno mediático de máscaras de Carnaval.
A todos nos ocurrió lo mismo que a Jack Shephard y compañía en Perdidos. Nos montamos en un avión y de repente nos vemos en un sitio más raro que un perro verde. Y empiezas a conocer gente, y gente, y más gente. Y cuando crees que los conoces a todos, llega febrero y comienzas a conocer a más gente nueva que viene para quedarse durante todo el segundo cuatrimestre.
Sin embargo, creemos que realmente conocemos a estas personas, cuando muchas veces tan solo somos conscientes de sus nombres y, a veces (y lo digo por propia experiencia), ni eso. Todos llegamos aquí sin conocer a nadie. Nadie sabe nada de nosotros. Puedo inventarme cualquier cosa sorprendente que me haya pasado en España y decirla. Nadie tiene por qué saber si es cierta o no. Puedo vivir de las mentiras y ser la crème de la crème de Liège.
No es mi caso. Una vez escribí una canción que decía "siempre digo la verdad cuando trato de mentir". El falso testimonio no es mi fuerte. No obstante, con una frecuencia bastante curiosa, llega a mis fosas nasales ese olorcillo ajeno a "no te creas nada de lo que te estoy contando".
De eso hablaba ayer con Ch. mientras intentábamos mirarnos esquivando una montaña de latas de cerveza. Y curiosamente, ambos coincidíamos en opiniones sobre la misma gente, de aquellos que visten de Carnaval aun cuando no sea febrero, y juran y perjuran que fueron paridos ya así desde el principio de los tiempos, y que con el paso de los años y la consiguiente madurez del alma y la mente encontraron empíricamente las claves para determinar con toda exactitud el misterio del origen del universo.
(Aplausos)
Podría decir aquello típico de "el tiempo pone a todo el mundo en su sitio", pero los que ya me conozcan y me lean de vez en cuando sabrán que no creo en el Tiempo. Al fin y al cabo, no es el tiempo quien dicta la sentencia de estos pobres desgraciados.
Son ellos mismos los que lo hacen...
("Ambigüedad" - J.)
0 turistas:
Publicar un comentario