LANDSCAPES

Últimamente no hago más que pensar en ese estúpido concepto al que llamamos Tiempo. Ese término tan abstracto que nos meten en la cabeza desde que somos pequeños y que en realidad sirve para poca cosa. Hace unos meses llegué aquí con la sensación de que mi estancia en Liège sería por una eternidad. Esta semana me encuentro angustiado, pensando que en realidad, tal eternidad no es sino irónicamente efímera.

El tiempo... A veces tanto y a veces tan poco. De todos es sabido que los minutos nunca pasan a la misma velocidad. Cada intervalo de tiempo es distinto, cada momento dura lo que nosotros (o el Dios de turno) queramos.

Hace dos semanas que se rompió la correa de mi reloj de pulsera, y no he vuelto a arreglarla. La vida es extraña cuando vives sin reloj. Sin embargo me resultó un tanto curioso preguntar la hora a mis compañeros de cervezas y escuchar a cada uno responder algo diferente. Cada respuesta era distinta, pudiendo diferir en más o en menos segundos, incluso (por qué no?) minutos.

¿Cuál es la hora verdadera?, me dije. ¿Quién de vosotros puede demostrarme algo tan controvertido? (Sensación de desasosiego, caras de "sólo sé que no sé nada"). Y de repente pensé que quizás nos han engañado. Que el tiempo tal y como lo conocemos no existe, y que es un absurdo invento para tratar de demostrar algo que podría ni tan siquiera existir.

Hoy miercoles 16 de enero, me dirijo a vosotros a través de este blog-mercadillo de filosofía barata (y dudosa calidad) para haceros saber que no puedo creer en un concepto tan empíricamente indemostrable pero, ante todo, tan aleatorio. No quiero pensar que mi vida se mueve por obra y gracia los hilos de algo tan aleatorio como es el Tiempo.

Lo siento...

He de afirmar con tristeza que me he vuelto "temporalmente" agnóstico.

("Sesión aleatoria" - J.)