"E" ha venido a mi casa despues de comer. Hora del té y de los gofres con chocolate. Modorra. Inapetencia. Pereza. Después de largas deliberaciones me convence para ir a casa de una tal Émilie, que vive al final de la rue Saint Leonard. Abrigos. Bufandas. Papas fritas en la Place de la Cathedrale.
La rue Saint Leonard es más larga que un día sin pan...
Miro el reloj: huit heures et demie. Recorro con la mirada toda la calle: cualquiera diría que es medianoche. A saber por donde me están llevando. No sé en que momento he dejado de ver pasar belgas para dejar paso a negros, moros, rumanos y sudamericanos.
"Al llegar a la iglesia, la primera calle a la derecha" ("E" mantiene que esas son las indicaciones que le han dado). Pero la iglesia no aparece. Caminamos otros diez minutos hasta que de golpe nos topamos con la fachada de una construcción claramente religiosa que aparece de pronto en la oscuridad. Giramos hacia la derecha tal y como nos han indicado. Desaparecen las luces de la calle. Nos hemos perdido.
Como buenos españoles seguimos avanzando sin hacer ni una sola llamada de teléfono. Los españoles no preguntamos. Preguntar es de débiles. Preguntar es de europeos. Los españoles no somos europeos. Los españoles no somos parte del mundo.
Oigo música y una voz que suena como los ángeles. "Es aquí", dice "E" señalando un edificio medio en ruinas. Saca su teléfono móvil y hace una perdida. La música sigue sonando, pero nadie canta. Una sombra se asoma a una de las ventanas: "Salut!".
Acto seguido abre la puerta una chica de unos 24 años, ataviada con un atuendo que parece sacado de Woodstock '69. "Bienvenidos, ¿os fue facil llegar?". Émilie habla en un perfecto castellano.
Subimos unas escaleras cochambrosas. Hay bicicletas por todas partes. La casa se cae a pedazos. Tras una puerta hay una habitación enorme con una barra de bar de los años 30 y una mesa gigantesca. Cualquiera diría que va a hacer aparición Dick Tracy. Dos chavales armados con un acordeón y una rudimentaria batería improvisan jazz con un tipo hiperbohemio de unos 40 años, que toca un enorme contrabajo. La escena es pintoresca. Cada persona de la habitación parece salida de su padre y de su madre.
Los tres tipos dejan de tocar. Nos sentamos a la mesa. Todos se sientan. Hay un hombre gordo cincuentón sentado delante mía. Se parece a David Gilmour, de Pink Floyd. Una chica rubia algo ebria nos sirve espaguetis y una salsa hecha con tomates y setas. Émilie me sirve una copa de vino tinto: "las setas se llaman «Pied Bleu» y las cogemos del campo. Mi padre conoce las setas y vamos a menudo a buscarlas. No se venden en las tiendas". Nos presenta a su padre, que resulta ser la especie de David Gilmour (Salut!, Ça va?).
Comemos. Todo el mundo acaba y empieza la ceremonia de armar cigarrillos. Hay miles de paquetes de "tabac a rouler" por toda la mesa. Armo un Gauloise que me quema la garganta. Creo que esta vez me han vendido tabaco negro. Émilie me enseña sus dibujos mientras un chico portugués me habla en español contándome como ha llegado hasta Bélgica. Los musicos comienzan de nuevo a tocar. Escucho al chico sin gran atención. De eso ya se encarga "E", que asiente cuidadosamente a todo lo que dice.
Una mujer de unos 45 años me pasa un porro enorme. Los músicos siguen tocando. Émilie ha sacado un clarinete y se une a la congregación. Dos chicas belgas un poco borrachas se despiden hasta la próxima y salen por la puerta. Una tal Caroline baja la intensidad de las luces y la habitación queda en penumbras. La música se vuelve más pausada. Una voz de ángel vuelve a emerger de entre las sombras. Émilie se ha hecho con una guitarra y canta una canción tradicional española que desgarra la noche. Caroline, que resulta ser su hermana, le hace los coros. Me entra un escalofrío.
La canción ha terminado. Le cojo tabaco a "E" (el mío es demasiado fuerte) y comienzo a armar otro cigarrillo. El chico portugués me acerca la guitarra para que toque algo. No sé quién le ha dicho que sé tocar. Toco una bossa nova. El tipo del contrabajo me pide que toque algo para que los músicos puedan acompanarme. Empiezo con un blues. Me siguen. Es divertido.
Hago el gesto de volver a mi sitio, pero quieren que toquemos otra. Je ne sais pas que jouer. Insisten. De repente me viene un recuerdo y me arranco con un "Parece ser que va a llover..." y tras pensarlo un instante, los músicos me siguen a la perfección. Me encanta tocar con estos tipos. Estoy tocando con Las Esferas Invisibles. Por un fugaz instante dejo de ser J----- para ser Nacho. Ojala pudiera grabarlo en vídeo para que Ella lo viera.
[«... Y tracé un ambicioso plan: consistía en sobrevivir...»]
Mi cigarro se ha consumido mientras tocaba. Tengo que irme. Je vais a sortir. Manana tengo clase. Au revoir, a bientôt tout le monde!. Me pongo mi abrigo y mi gorra de pana. Busco mi bufanda. "E" ya está lista. Émilie nos abre la puerta. Salimos. Hace frío.
La rue Saint Leonard ya no parece tan larga...
("Todos quieren ser un «Gato Jazz»" - J.)
2 turistas:
que envidia ...
una de las cosas por las que me arrepiento de no haber ido a la universidad, por el erasmus ...
JOOOOOO KE WAYYYYYYYYYYYYY.Y no hay fotos de eso???
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